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03.06.2025 • 3 minutos
Radiografías, esquemas anatómicos, árboles de decisión, fotografías clínicas... Las imágenes son omnipresentes en la formación médica. Sin embargo, a menudo pasan por las diapositivas, ilustran materiales, acompañan manuales... sin activar realmente el pensamiento de los estudiantes.
Es hora de cambiar este enfoque.
Hoy en día, los programas deben preparar a profesionales capaces de tomar decisiones complejas en entornos inciertos. No basta con transmitir contenidos; es necesario desarrollar la capacidad de juicio. En este contexto, la imagen no puede ser solo un soporte. Debe convertirse en un detonante de reflexión, una palanca de análisis, un objeto de interacción.
La investigación en ciencias cognitivas es clara: no es la imagen en sí la que mejora el aprendizaje, sino la actividad cognitiva que provoca. Una imagen se convierte en una herramienta de aprendizaje cuando se integra en una actividad que moviliza la atención, la reflexión y la toma de decisiones.
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Según la teoría del doble código (Paivio, 1986), el aprendizaje es más eficaz cuando la información se procesa tanto verbal como visualmente. Pero esto supone que la imagen forme parte de un proceso activo. Una imagen sin una intención pedagógica puede pasar desapercibida o ser rápidamente olvidada.
La teoría de la carga cognitiva (Sweller, 1988) añade un matiz importante: una imagen mal utilizada puede no solo ser ineficaz, sino también contraproducente. Puede sobrecargar la atención, confundir el mensaje o desorientar al estudiante. Para que una imagen apoye el aprendizaje, debe activarse mediante una tarea explícita: una pregunta, una interacción, una discusión.
Como señala Stanislas Dehaene, la atención actúa como un filtro: selecciona solo la información que el cerebro considera relevante. Por lo tanto, es necesario crear condiciones para que una imagen sea más que un soporte: un desencadenante cognitivo.
Las Visual Thinking Strategies (Housen & Yenawine) encarnan este enfoque. En este método, la imagen está en el centro de un diálogo colectivo: observar, interpretar, confrontar perspectivas. Esto convierte una imagen estática en una experiencia cognitiva compartida.
En la formación clínica, los mismos mecanismos se aplican al análisis de resonancias magnéticas, radiografías, fotografías de heridas o planes quirúrgicos.
Hoy en día, plataformas como Wooclap ayudan a concretar estos principios pedagógicos mediante formatos interactivos adaptados a la realidad de la formación médica. Más que una simple herramienta de participación, Wooclap apoya un aprendizaje estructurado y multimodal.
Algunas funcionalidades clave incluyen:
Repensar el papel de la imagen en la educación médica no es solo una cuestión de hacer los contenidos más atractivos. Es formar para observar mejor, comprender mejor, decidir mejor. Porque en las profesiones sanitarias, cada imagen es una hipótesis, cada observación un razonamiento, cada interacción una oportunidad de aprendizaje.
Las herramientas digitales permiten hoy liberar todo el potencial de la interactividad visual. Pero con una condición: no disociar nunca más imagen y acción.
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Autor
El equipo Wooclap
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