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Una imagen no es suficiente para aprender

Sea cual sea el contexto o el nivel educativo, desde la educación secundaria hasta la    formación profesional para adultos, veo una gran cantidad de contenidos visuales: esquemas anatómicos en programas de salud, mapas base en urbanismo, fotografías, gráficos o diagramas de procesos en la formación profesional. Es una buena noticia que la enseñanza no dependa únicamente del texto. Pero seamos honestos: a veces tratamos las imágenes como papel tapiz. Las proyectamos, las mostramos... y esperamos que el alumnado las entienda.

Spoiler: no funciona así. Al menos, no por sí solo.

Una imagen se convierte en una verdadera herramienta de aprendizaje cuando dejamos de verla como una simple ilustración y la integramos por completo en la experiencia pedagógica. En este artículo, te propongo ideas concretas para activar las imágenes: sacarlas de su papel decorativo y convertirlas en verdaderos catalizadores de reflexión, atención y memoria.

1. El cerebro y lo visual: lo que dice la investigación

Una imagen bien elegida no solo es bonita: es útil. Ayuda a estructurar la información, identificar relaciones y fijar elementos en la memoria. Según la teoría del doble código de Allan Paivio (Mental Representations, 1986), combinar texto e imagen activa dos canales de memoria distintos, lo que refuerza el aprendizaje. Los mapas, esquemas o diagramas también ayudan a construir modelos mentales.

Pero hay una trampa: esto solo funciona si el contenido visual se moviliza de forma activa. Hay que comparar, localizar, categorizar y explicar. Esta activación es la que convierte una imagen en herramienta didáctica.

Es exactamente lo que permiten funcionalidades como "Arrastrar y soltar" o "Encontrar en la imagen" en Wooclap. Así lo confirman también los trabajos de Clark y Lyons (2010), que sintetizaron decenas de estudios aplicados a la formación: un visual solo tiene impacto si se integra en una actividad de razonamiento, identificación o toma de decisiones. Ya no preguntamos “¿Te acuerdas?” sino “¿Dónde va esto? ¿Cómo se llama?”. Ese pequeño cambio estimula el razonamiento espacial.

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2. De la visualización pasiva a la exploración activa

“¿Qué ves?”, una pregunta sencilla, pero increíblemente eficaz. Abre la puerta al análisis, a la justificación, a la interpretación matizada.

Este tipo de preguntas funciona con cualquier formato. Un boceto puede usarse como base para una encuesta. Una fotografía requiere una breve explicación. Un mapa sirve como soporte para un debate. En cuanto se invita a interpretar, se crean conexiones. Ese es el espíritu de las Visual Thinking Strategies (Housen & Yenawine), un método que se basa en la observación compartida para construir significado en grupo.

Wooclap permite integrar fácilmente imágenes en todo tipo de preguntas. Es una forma de transformar las imágenes en trampolines para el aprendizaje. Y no olvides la accesibilidad: añade siempre una descripción alternativa.

También hay algo muy potente en el hecho de nombrar. Identificar etapas, zonas, elementos... activa la memoria semántica (Baddeley, Eysenck & Anderson, 2020).

En Wooclap, las preguntas de "Etiquetar una imagen" o de tipo "Matriz" permiten hacer exactamente eso. Un consejo: si alguna vez has preparado manualmente una imagen para etiquetar (seleccionar, difuminar los textos, reescribirlos), sabrás lo lento que puede ser. Aquí es donde la etiquetación automática por IA de Wooclap resulta especialmente útil.

3. Construir significado colectivo en torno a una imagen

Aprender no siempre es un proceso individual. Cuando compartimos lo que vemos, lo que entendemos y lo que nos cuestionamos, creamos una comprensión colectiva. El “muro de imágenes” de Wooclap es una gran forma de hacerlo visible. Cada participante aporta su perspectiva, y pasamos de una imagen proyectada a un espacio de contribución colectiva. Misma imagen, múltiples miradas. Esto enriquece la experiencia de aprendizaje.

Un ejemplo concreto:

  • En un módulo sobre prácticas profesionales en salud, la formadora pide a cada participante que encuentre una foto libre de derechos que represente un elemento de una situación de cuidado ejemplar. Cada persona la envía a través de una “pregunta abierta” o el “muro de mensajes” de Wooclap, con un breve comentario explicando su elección.
  • Resultado: una galería viva y colaborativa, donde las representaciones dialogan, se complementan y se cuestionan entre sí. Esta diversidad visible y comentada es lo que abre paso a una discusión rica sobre valores y prácticas del cuidado.

La imagen se convierte así en un activador colectivo, no en un simple soporte.

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Conclusión: de la estética a la cognición

No, no todos los recursos pedagógicos necesitan imágenes. Y no, no todos los visuales deben ser interactivos. Pero cuando tiene sentido, aquí van algunos consejos:

  • Elige imágenes que estimulen el razonamiento, no sólo la contemplación.
  • Varía los tipos de imágenes.
  • Cambia las formas de interactuar: a veces basta con que dos personas comenten una imagen durante un minuto. ¡No todo pasa por lo digital!
  • Añade consignas que inviten a nombrar, comparar, interpretar.
  • Usa formatos variados en Wooclap: "Arrastrar y soltar", "Pregunta abierta", "Etiquetar una imagen", "Encuesta"… (¡la lista es larga!).
  • Deja espacio para el debate. ¡Ahí es donde ocurre el aprendizaje!

Para concluir: convierte las imágenes en un punto de partida. Provoca un debate, una exploración, una toma de posición. Así, la imagen se convierte en mucho más que un recurso: en una auténtica palanca cognitiva.

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Autor

Wooclap

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